CONTROL

No fue tanto el agudo dolor de cabeza como la vaga y desconcertante sensación de extrañeza, de no tener el completo control de sí mismo, lo que llevó a Erbo a detener su vehículo y quitarse el escáner. Disimulado en un cómodo y elegante casco de cuero que cubría poco más que el pelo, su escáner de última generación, tenía todas las características de la versión Estándar. El módulo de pensamiento, el de cálculo y el enciclopédico eran excelentes. Resultaba imprescindible para relacionarse con otros humanos que llevaran casco, que salvo ancianos inadaptados, menores de catorce para los que su uso estaba prohibido y algunos frikis, eran la mayoría. Contraviniendo las normas de uso que recomendaban al menos doce horas semanales de interacción sin casco, en los últimos dos años sólo se lo había quitado para dormir y en las pocas ocasiones en las que acudía a los establecimientos de contacto verbal sin escáner. Erbo se puso de nuevo el casco y arrancó su vehículo. Siempre le había gustado conducir y con frecuencia superaba las velocidades permitidas. Mientras negociaba unas cerradas curvas pudo ver el trazado de la vía, el resto de vehículos, el rendimiento del motor, la adherencia y otros parámetros de conducción como no los había visto nunca gracias al módulo sensorial de su casco. Sabía que los cascos con versión Estándar y Premium incorporaban el mismo chip y que los primeros tenían desactivadas una serie de funciones superiores. Erbo había crackeado el código interno del casco y ahora disponía gratis de una versión Premium. El módulo más interesante era el sensorial. La percepción olfativa mejorada le permitía conocer a distancia el estado de ánimo de las personas y apreciar si una mujer aceptaría un flirteo o un hombre quería matarte. Erbo aumentó la velocidad en una recta multiplicando por tres el límite autorizado. El refuerzo de la audición era excelente, pero la extraordinaria experiencia visual proporcionada por el casco era sin duda la gran estrella. Entró en unas curvas rápidas y al salir de ellas aceleró de nuevo. O creyó ser él el que aceleraba. Sintió una dolorosa punzada entre los ojos. Algo había hecho incorrectamente al crackear el casco, se había saltado algún paso o había entendido incorrectamente alguna instrucción. Ahora veía todo con una nitidez asombrosa. Su corazón excitado comenzó a pedirle que parara. Frena, pensó, frena. En lugar de hacerlo se dejó llevar por una irresistible sensación de velocidad que embriagaba su pensamiento. Superaba ya en la recta seis veces la velocidad permitida cuando llegó otra zona de curvas rápidas. Negoció con brillantez las primeras dos curvas y en la tercera perdió el control de su vehículo y se estrelló contra unas rocas. Cuando el casco comenzó a emitir señales de auxilio Erbo ya estaba muerto.

LA VISIÓN

La mejora humana, ha estado siempre en nuestro imaginario. Desde los dioses, en realidad superhumanos y los héroes y otros personajes mitológicos hasta los actuales superhéroes, hemos añadido atributos a nuestra naturaleza. La ciencia ficción no se tomó muy en serio la nuestro amejoramiento, pero hoy con el posthumanismo en boga tenemos la ilusión de que pueda ocurrir. Y sin duda, la mejora más deseada es la mental. Pero hay que mantener el control.

Antonio de Orbe Mendiola
Director del Foro del Futuro Próximo

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