IMAGO HOMINIS

Juan llega a la plaza que hace años presidía una modesta parroquia de barrio. Hoy, en el mismo lugar, se levanta un moderno edificio acristalado con varios pisos de oficinas y una majestuosa vidriera de estilo Solarpunk de más de 20 metros de altura. En la recepción del imponente edificio le atiende una novicia carmelita bastante atareada.

—Ave María purísima ¿en qué puedo ayudarle hermano? —pregunta la joven monja.

—Sin pecado concebida, mi nombre es Juan López, tengo una cita con el padre Leandro —responde Juan.

—Por supuesto hermano, suba por el segundo ascensor hasta la sexta planta y le atenderá en su despacho. El padre Leandro ya está informado de su visita.

Juan avanza por un pasillo flanqueado por dos enormes pantallas ovales adornadas con un marco dorado rococó repleto de querubines y florituras. Las pantallas muestran a tiempo real retratos de aquellos parroquianos que han destacado hoy por su comportamiento. Cada día, las diez almas más puras de la comunidad obtienen 100 tokens de santidad por sus buenas acciones, los feligreses pueden acceder a este listado diario desde sus dispositivos móviles y compiten por aparecer en las primeras posiciones.

Visiblemente nervioso y abrumado por la belleza de las pinturas que cubren los muros del moderno edificio, Juan entra el ascensor que asciende por la fachada acristalada y desde donde se contempla un bonito atardecer de otoño. “En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos, Mateo 18:3” aparece grabado en el dintel de la puerta con letras doradas.

Por fin, Juan llega al despacho del joven padre Leandro que le espera esbozando una impoluta sonrisa.

—Bienvenido Juan, que alegría recibirte en nuestra humilde morada.

—Buenas tardes padre, perdóneme, me siento un poco confuso —responde Juan cabizbajo y visiblemente nervioso.

—Está bien Juan, no te preocupes, últimamente llegan muchos como tú. Dime, ¿qué te trae por aquí? ¿qué puedo hacer por apaciguar tu alma?

—Verá Padre, hace muchos años que no piso esta iglesia, he cometido muchos pecados, y aunque ahora soy consciente de mis errores, entiendo que no estoy en disposición de pedirle ningún favor…

—“Estabas muerto y has vuelto a la vida, estabas perdido y has sido hallado” —le interrumpe el padre Leandro parafraseando la parábola del hijo pródigo y con una sonrisa de satisfacción.

—Agradezco su generosidad padre. Solo deseo volver a formar parte de la comunidad y encontrar la paz junto al resto de hermanos, pero sé que la lista de espera es larga y que muchos otros lo merecen más que yo.

—Hijo mío, todos en la congregación sabemos que eres un hombre justo y bueno. Monitorizamos a nuestras ovejas aunque decidan pasar una temporada fuera del redil. Muchas veces la fe no basta, y algunos hombres deben perderse en la tormenta para apreciar el calor del hogar, con más intensidad si cabe. Te aseguro que haré todo lo que esté en mi mano por agilizar los trámites y muy pronto podrás estar a nuestro lado.

—No se imagina lo que significa para mí. Me aterra la idea de acabar como todos esos fantasmas digitales, vagando por redes públicas, sin saber si mis recuerdos son realmente míos o fragmentos corruptos de la memoria de algún otro pobre desgraciado.

—Ja, ja, ja. Tonterías. No tienes ningún motivo para preocuparte por eso Juan. En la Iglesia Católica Unificada contamos con la tecnología más avanzada, servidores protegidos y copias de seguridad descentralizadas. Cuando mueras te aseguro que tu alma gozará de la paz eterna. La Iglesia Católica tiene 2100 años, no va a echar la persiana, no te abandonaremos, no nos mueve la avaricia como a todas esas compañías privadas californianas.

—¿Y si voy al infierno? ¿Si no consigo los tokens necesarios para salvarme?

—Bueno Juan, debes saber que, desde el Concilio Vaticano III, nuestras últimas versiones de infierno ya no son tan aterradoras. Nuestro objetivo no es el castigo sino la purificación del alma y nuestros algoritmos han mejorado mucho para ayudarte a conseguirlo lo antes posible. Además, eres un buen hombre. Estoy seguro de que conseguirás el nivel de santidad necesario antes de lo que te imaginas.

—Si padre, siempre he sido muy testarudo, no suelo sucumbir a mis tentaciones si realmente me lo propongo, pero, ¿qué hay de mis pensamientos? También he oído que a partir del Concilio el nuevo algoritmo es capaz de evaluarlos, y me temo que no puedo controlar todo lo que se me pasa por la cabeza.

—Tienes mucho más control del que imaginas, Juan. Ese control es lo que nos diferencia de las bestias. Con un poco de entrenamiento conseguirás dominar tu mente y, sobre todo, te convertirás es una persona mucho mejor. Confía en mí, debes abrir tu mente y tu corazón a Dios.

—Pero Él ya conoce mis pensamientos sin necesidad de un algoritmo.

—Él si, querido Juan, pero nosotros no. Y nosotros somos los humildes obreros de Cristo a los que ha encomendado la tarea de construir un paraíso para ti cuando mueras, tu propio paraíso personal, un lugar que ni siquiera podrías llegar a imaginar pero que anhelas en lo más profundo de tu alma.

Un lugar hecho a tu imagen y semejanza.

—Ojalá sea así padre, ojalá…

—Así será. Ah, y lo más importante, no olvides descargar tu app de confesión, es el primer paso para poder calibrar tu nivel de santidad actual.

LA VISIÓN

Imago Dei es una expresión latina empleada en teología para describir como Dios creó al ser humano en el Genésis: “El día en que Dios creó a Adán, lo hizo a imagen de Dios”. En el año 2100 es posible que el ser humano busque crear nuevos dioses, a su imagen y semejanza, gracias al poder de la tecnología.

 

La religión ha sido uno de los modelos de desarrollo y de organización social más exitosos. A partir del relato de un dios creador y un contrato, que exige el cumplimiento de unas reglas morales a cambio de la promesa de una vida eterna, las grandes religiones han sido capaces de unir pueblos y levantar poderosas civilizaciones. El éxito de la mayor parte de estos credos se basa en la promesa de un paraíso eterno, que da sentido, hace más soportable y convierte la vida en un mero trámite, en un mundo lleno de guerras, enfermedades e injusticias.

Ese manual de instrucciones para la eternidad nos lo transmite un ente divino que se revela a través de sus mensajeros: profetas, reyes y sacerdotes, y justifica que estos últimos puedan ejercer el poder para aplicar esas reglas morales que, en última instancia, como provienen de nuestro creador, no pueden ser cuestionadas por los simples mortales. El sistema es verdaderamente ingenioso y durante muchos siglos ha garantizado el orden y el progreso. Pero este sistema no esta exento de algunas deficiencias.

A lo largo de la Historia, las cosas para la gran mayoría no cambiaron demasiado. Así que casi nadie cuestionaba el modelo, un campesino del Imperio Egipcio, básicamente trabajaba con la misma tecnología que uno de la Edad Media tres mil años más tarde. Pero ya a partir de dicha Edad Media, ciertos descubrimientos científicos y tecnológicos empezaban a poner en entredicho algunos dogmas del relato religioso, esos descubrimientos eran habitualmente censurados y tachados de brujería porque ponían en peligro la coherencia del relato y, por ende, del orden social establecido. El principal defecto del relato religioso es su falta de flexibilidad, es muy frágil, si falla en una de esas verdades reveladas por los dioses, el resto del relato se rompe en mil pedazos.

Sin embargo, el pensamiento científico también busca dar respuesta a las verdades últimas del universo, pero carece de esa limitación, basándose en un sistema de prueba y error. Puede ir adaptando y perfeccionando su relato sin temor a perder su credibilidad. De hecho, el relato científico como la propia evolución natural es antifrágil, cuanto más se pone a prueba más resistente se vuelve. No es de extrañar entonces que también el Génesis nos advirtiese de que no debíamos probar la manzana del árbol del conocimiento, porque ante la fragilidad del relato religioso, la fortaleza del pensamiento científico ponía en peligro ese paraíso de orden social y dogmas incuestionables.

Es por eso, que la religión ha tenido que ir cediendo terreno a la ciencia y recurrir a verdaderos “malabarismos intelectuales” para que su relato siga siendo coherente con el pensamiento científico. Muy pocas personas educadas y religiosas pondrían hoy en duda la teoría de la evolución de Darwin, o el heliocentrismo. Sin embargo, en su momento estas teorías supusieron un duro golpe la moral del relato judeocristiano.

A lo largo del S.XXI, los descubrimientos científicos y tecnológicos se suceden de manera cada vez más acelerada y la religión consigue a duras penas adaptase a esos cambios.

Mi escenario trata de uno de esos “malabarismos intelectuales”.

En el año 2080 compañías como Neuralink han conseguido desarrollar interfaces cerebro-ordenador tan potentes que ya es posible subir a la nube todo lo que contiene la mente de un ser humano, todas sus emociones y todos sus recuerdos. Esto, en otras palabras, significa la inmortalidad. El concepto de alma queda en entredicho, ya que estas personas digitales aseguran sentirse exactamente igual dentro de un servidor que cuando estaban encerradas en una carcasa biológica. Por otro lado, el desarrollo de entornos virtuales ha mejorado tanto que ya no se puede diferenciar del mundo real, e incluso, ha llegado a superarlo. Los habitantes de estos entornos digitales aseguran que experimentan la realidad de una manera aumentada y mucho más vívida.

El contrato religioso, vigente durante milenios, se ha roto. Ya no es necesario cumplir una serie de estrictas normas morales para alcanzar el paraíso, basta solo con unos cientos de miles de dólares y espacio en un servidor.

En 2097 la Iglesia Católica ve amenazada su continuidad y decide convocar un tercer Concilio Vaticano en un intento desesperado por asegurar su supervivencia. Si Dios les ha encomendado a los hombres la misión de construir el Cielo, que así sea, pero solo el paraíso católico será el verdadero. La tecnología ya no es obra del Diablo, es un regalo generoso de Dios a los hombres para que a través de su trabajo lleguen a ser partícipes de su Gloria. Religión, ciencia y tecnología vuelven a darse la mano.

Tras el Concilio Vaticano III se producen multitud de cismas, y las nuevas iglesias tecnológicas compiten por reclutar fieles con condiciones cada vez más atractivas. El resto de credos del mundo empieza a digitalizarse, versiones mejoradas de Cielos, Valhalas y Nirvanas aparecen cada día. Por otro lado, algunas compañías privadas que ofrecen servicios similares han quebrado y muchas personas digitales vagan sin rumbo por servidores de baja calidad, sufriendo hackeos y pérdidas de información. Una nueva clase de muerte terrible aparece, los humanos digitales desahuciados son despedazados eternamente hasta que su consciencia se diluye totalmente, son una nueva clase de zombies digitales. Las personas desconfían de las compañías con ánimo de lucro y empiezan a generarse largas listas de espera para ingresar en las nuevas iglesias.

En algún momento en el futuro, la Iglesia acaba creando la inteligencia artificial omnipotente, la solución definitiva para garantizar así su supervivencia, su propio Dios, un Dios a imagen y semejanza de su creador, Imago Hominis.

ALGUNAS SEÑALES

imago hominis

En Hollywood se ha fundado la Iglesia de la Vida Perpetua. El transhumanismo, más allá de una simple filosofía, podría convertirse en el germen de las religiones del futuro ya que también se basa en la misma promesa de vida eterna que las antiguas religiones.

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Cryonics Institute es una fundación sin ánimo de lucro que tiene como objetivo garantizar la criopreservación de sus miembros a largo plazo, sin tener que contar con inversores, ni los condicionantes propios de una empresa privada.

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Neuralink es una empresa norteamericana de neurotecnología fundada por Elon Musk y especializada en el desarrollo de interfaces cerebro-ordenador implantables. Según declaraciones de Musk, la tecnología desarrollada por Neuralink busca, eventualmente, lograr una simbiosis total con la inteligencia artificial.

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Frank J. Tipler, escritor y profesor de física matemática en la Universidad Tulane de Nueva Orleans, defiende la teoría del Punto Omega: El destino de la tecnología es crear una inteligencia artificial omnipotente que Tipler identifica con Dios.

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Reflexiones del teólogo luterano John Warwick Montgomery indicando que la ortodoxia religiosa es compatible con la criopreservación.

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The Church of Virus, es una iniciativa espiritual transhumanista que tiene como santos a Hypatia, Charles Darwin y Alan Turing. Sus virtudes son la empatía, la razón y la visión. Y sus pecados, la fe, la apatía y la hipocresía.